EL
CONCEPTO DEL HOMBRE EN MARCUSE
En el
siguiente ensayo de una manera sintetizada y sistemática el texto del el hombre
unidimensional de Herbert Marcuse, que es un tema que expuse dentro del curso
de Seminario de la Escuela de Frankfurt. Tema que me interesó por la forma tan
clara a mi parecer que el autor alemán presenta, su categoría de pensamiento,
sobre el querer resaltar la unidimensionalidad del hombre.
La obra de Marcuse es
fundamentalmente una reflexión del hombre de nuestro siglo: Marcuse descubre al
hombre en abstracto, a través del hombre concreto, de la actualidad,
especialmente el hombre que vive en una sociedad altamente industrializada.
Pero más sin embargo, Marcuse no ha escrito una obra dedicada por entero al
tercer mundo, como lo ha hecho con la sociedad soviética y norteamericana.
Esta reflexión que intento rescatar
de Marcuse con respecto al hombre moderno, parte de la experiencia vital propia
de nuestro autor, y está muy ligada a los círculos intelectuales en que se
desenvolvió, especialmente el instituto de investigación a la que pertenecían
Adorno y Horkheimer y a numerosos pensadores americanos como lo es Lukács. Tales
como Adorno y Horkheimer como Marcuse, con la “…la obsesión casi visceral en contra del autoritarismo, y su
deslizamiento teórico y respiratorio hacia el joven Marx y el psicoanálisis
freudiano” (López Cámara, 1989).
Nuestro autor judío intenta darle un
nuevo aire a los planteamientos de la escuela, por esto en sus obras va a
plantearlas desde la perspectiva de la utopía y de la necesidad de una nueva
aisthesis o sensibilidad que sea capaz de superar la alienación y proclamar un
nuevo mundo de la humanidad. Y tal como se aprecia en sus textos, dichas ideas
también valoran la relevancia de imaginar el horizonte de las subjetividades,
en conjunción con el materialismo dialectico.
Marcuse como menciono arriba va a
redactar sus obras con respecto a lo que vive cotidianamente, en el ambiente de
las sociedades industrializadas. Por esto el autor atravesó experiencia muy
disimiles a lo largo de una vida abocada, sin embargo, fundamentalmente, a
comprender y escribir sobre la construcción de subjetividades del capitalismo
postindustrial. “Marcuse desde muy joven militó en el partido socialdemócrata,
pero el asesinato de Rosa Luxemburgo y de Karl Liebknecht por parte del
gobierno socialdemócrata, lo impulso a abandonar ese partido y radicalizar sus
posiciones” (Entel, 2004).
En
el año de 1933 marcó un punto de inflexión no sólo para Marcuse sino para la
historia europea. Hitler se hizo cargo del gobierno de Alemania luego de ganar
las elecciones. Por lo tanto, Marcuse por su condición de Judío se vio en la
necesidad de migrar de un lugar a otro de manera constante, de Ginebra a Paris
y luego en la universidad de Columbia, haciéndose después Marcuse ciudadano
norteamericano.
Para
después ser protagonista del movimiento estudiantil francés del año 1968,
teniendo mucha influencia en la necesidad de ser constructores de hombres
nuevos capaces de ser de derrocar el sistema dominante como lo menciona en “un ensayo sobre la liberación”, “Su
marxismo ha mantenido hasta hoy una impronta fuertemente antropológica, en el
sentido de antropología filosófica” para complementar el mismo, tendríamos de lado de todos los valores
un fundamento psicológico-instintivo para la solidaridad entre los seres
humanos, una solidaridad que ha sido eficazmente reprimida basándose en los
requisitos de la sociedad clasista, pero que actualmente aparece como una
condición preliminar de liberación.
Por
lo tanto con este preámbulo acerca de los planteamientos más generales de
Marcuse, y las influencias antecedentes en su pensamiento, comenzaré a exponer
de manera clara, el planteamiento acerca del concepto de hombre en Marcuse.
El
pensador alemán, se cuestiona sobre ¿cómo construir un hombre nuevo?, partiendo
de la idea que de Marx, sobre el hombre revolucionario, que atiende al sistema
que se expresa en “El Capital”, sobre la división de clases: el burgués y el
proletario, retomando la idea de que el proletario es el que está facultado
para realizar la revolución. Puesto que la revolución burguesa de lo que se
trata aun verdaderamente, es acerca del establecimiento del dominio de una
clase sobre otra clase en decadencia. Para ello se necesita, de todos modos,
también un nuevo sistema de necesidades, pero no radicalmente un hombre nuevo
en sentido propio. Solo en el estadio histórico del capitalismo tardío se ha
convertido abiertamente esta exigencia de un hombre nuevo en el contenido
principal de la revolución, porque sólo ahora y esto es algo que debería
discutirse para ver si es cierto, está presente el potencial, el potencial
social, natural y técnico, para que este hombre nuevo aparezca y se realicé.
En
el hombre unidimensional nos presenta Marcuse como el hombre está sometido y
dominado por las nuevas formas de control, de los medios de comunicación, el
gobierno, las políticas de bienestar y la imposición de ideas, políticas
económicas y sociales.
Marcuse
nos presenta la sociedad industrializada como una sociedad cerrada, un universo
dónde no caben alternativas de vida, donde los intereses en oposición han sido
anulados. La razón técnico-instrumental es causa y esencia de este control de
las fuerzas sociales: el aparato tecnológico se muestra capaz de conseguir los
logros del progreso y las nuevas formas de vida que promueve se convierten en
formas de adoctrinamiento.
Las
condiciones adoptadas para el funcionamiento del aparato constituyen el
debilitamiento de las posibles fuerzas emancipadoras y las formas de control
sofisticadas: el proceso de mecanización con la consiguiente supresión de la
individualidad; concentración de empresas individuales en mega corporaciones;
regulación de la libre competencia entre sujetos económicos desigualmente
provistos; reducción de las prerrogativas y soberanías nacionales que impiden
la organización internacional de los recursos…; toda medida de progreso y
liberalismo es una forma de control.
En
esta sociedad el hombre ha perdido su sentido crítico ya que la organización
social parece satisfacer las necesidades. La libertad de pensamiento se supone
y se practica en forma de debate abierto de alternativas dentro del status quo:
la sociedad democrática supuestamente deja abierta las alternativas pero las
anula por la realidad económica y el dominio tecnológico.
"El impacto del progreso
convierte a la Razón en sumisión a los hechos de la vida y a la capacidad
dinámica de producir más y mayores hechos de la misma especie de vida. La
eficacia del sistema impide que los individuos reconozcan que el mismo no
contiene hechos que no comuniquen el poder represivo de la totalidad. Si los
individuos se encuentran a sí mismos en las cosas que dan forma a sus vidas, lo
hacen no al dar, sino al aceptar la ley de las cosas; no las leyes de la
física, sino las leyes de la sociedad" (Marcuse, 1954)
La
dominación del hombre por el hombre está aumentando en dimensión y eficacia. Y
esta amenaza no aparece como una transitoria regresión incidental en el camino
del progreso. Los campos de concentración, la exterminación en masa, las
guerras mundiales y las bombas atómicas no son una recaída en la barbarie, sino
la irreprimida implementación de los logros de la ciencia moderna, la técnica y
la dominación. Y la más efectiva subyugación y destrucción del hombre por el
hombre se desarrolla en la cumbre de la civilización, cuando los logros
materiales e intelectuales de la humanidad parecen permitir la creación de un
mundo verdaderamente libre.
Las
necesidades que el aparato satisface son artificiales, creadas por la razón
técnico-instrumental: las libertades conquistadas y las necesidades demandadas
se convierten en mercancía: la sexualidad se vende y se publicita hasta el
límite de la pornografía, etc.…. Siguiendo a Freud, Marcuse encuentra en la
sociedad la represión de los instintos, pero en oposición al creador del
psicoanálisis, la represión no es inevitable, es contingente e histórica,
depende de la sociedad concreta (en este caso, la industrial) y se ocupa, como
tarea de institucionalización, en reprimir los instintos positivos que él llama
del Eros, instinto de vida, que supone unas necesidades estético-biológicas de
belleza, serenidad, descanso y armonía. Todas estas necesidades son reprimidas
y dirigidas a la productividad. Se sustituyen por la agresividad, esfuerzo,
miseria e injusticia, que consiguen un comportamiento humano que reproduce la
represión y la dominación.
También
en la obra del hombre unidimensional Marcuse considera que el hombre está
constituido de esa posibilidad de ser libre y de ser él quien, satisfaga solo
sus necesidades más vitales que no tengan ninguna relación con la mera
reproducción del sistema y hacer del sistema automatizado un medio para la
realización de la libertad y no un modo de dominación y de sometimiento.
Es
necesario un cambio cualitativo, sin duda. En Marcuse hay exigencia de libertad
política y social en las que las necesidades sublimadas estén al servicio del
Eros hacia la construcción de un mundo pacificado, una sociedad que, con base
en otras relaciones de producción, esté organizada por hombres cuyas
necesidades instintivas sean la negación determinada (en sentido hegeliano) de
los que reinan en la sociedad represiva. Entendamos esta negación determinada
de este modo: Marcuse defiende ahora el valor de los universales, como
“nación”, “hombre”, “libertad”, “belleza”, etc. Pero da una interpretación
dialéctica de los mismos, anclada en Hegel. Esos universales reflejan un estado
de la conciencia que capta un ideal, por ejemplo, la belleza, y niega lo que en
el mundo de los hechos pasa por bello.
Los
particulares realizan a los universales, pero a la vez los niegan. Los verdaderos
universales son conceptos muy amplios, de valor histórico, que permiten que el
hombre despliegue sus grandes batallas. El horizonte que proyecta Marcuse, por
tanto, es de luchar ahora contra la sociedad establecida utilizando esta
capacidad negadora que, sin embargo, la sociedad unidimensional elimina.
Nuestra tarea actual, según Marcuse, es captar todo lo negativo que tiene la
sociedad actual, y criticarlo (por ej., viajo en un espléndido coche, pero
dependo de una empresa que me lo ha elegido). Hoy, más que nunca, tenemos que
fomentar las contradicciones. Necesitamos una nueva tecnología, que no será un
refinamiento de la actual, sino que surgirá tras la catástrofe de la actual
tecnología establecida. La nueva tecnología debería equilibrar más las
necesidades con la libertad humana. Habría que conseguir poner causas finales
al trabajo, trabajar sólo en función de las reales necesidades, y que esta
tecnología sirviera a todos y no sólo a algunos. El hombre en el futuro debería
reducir su poder de control, por ejemplo dominando a la naturaleza no de un
modo represivo. Necesitamos una “razón no tecnológica”, que sería el “órgano
del buen vivir”. Habría que adoptar ante la naturaleza una actitud más estética
y menos utilitaria.
Los
canales democráticos no sirven, porque no son auténticos. Los desgraciados, los
pobres, los marginados, los desocupados, los excluidos, deberían unirse en una
crítica total y radical. Obviamente hay una dificultad que se desprende del
análisis de la sociedad unidimensional y que apunta hacia los agentes del
cambio cualitativo. El proletariado ya no es el agente de cambio, no tiene la
conciencia de clase que Marx le otorgaba y que le daba el carácter de clase. La
posibilidad estaría en los jóvenes, en los cuales se reduciría la represión por
su status de “recién llegados”. En ellos se daría la revolución tanto política
como instintivamente. En su protesta radical estaría la base para la
construcción de un movimiento internacional y global basado en la solidaridad
como necesidad biológica de mantenerse unidos contra la brutalidad y la
explotación inhumanas. Esto sólo puede partir de una educación de la conciencia
para llegar a observar y sentir el crimen contra la humanidad que representa la
sociedad unidimensional.
A
modo de conclusión, Marcuse nos presenta el concepto del hombre en relación con
el capitalismo, el cual ésta dominado por la culpa y la moral del trabajo por
lo tanto, está reprimido en sus placeres e instintos esto último retomado de
las teorías psicoanalíticas Freudianas. A lo que Marcuse va a decir que el
instinto de muerte, predomina dentro de las sociedades industrializadas, bajo
las formas sociales del capitalismo, y el instinto de muerte esta sobre el
instinto de vida. Por lo tanto el hombre es una ser reprimido incapaz de
satisfacer sus necesidades vitales o verdaderas y está sometido y dominado para
satisfacer las necesidades falsas, como el trabajo, la diversión, no ayudan en
nada para el desarrollo del hombre.
Por
lo tanto es necesario hacer el cambio cuantitativo para que el hombre ya no sea
alguien reprimido sino un ser libre, con la capacidad de auto-desarrollarse, y
hacerse consciente de su integridad como un ser, capaz de hacer de su
existencia o de su vida, aquel que reproduzca vida y no solo una reproducción
de ganancias del sistema y de que riquezas. El hombre tiene que ser un hombre
autentico y libre, que no esté sometido por la multiplicidad de formas de
control que le son impuestas por el gobierno, en forma violenta.
Bibliografía.
- Marcuse, H. (1985). El hombre unidimensional. México: Pensamiento Contemporáneo
- Marcuse, H. (1969). Un ensayo sobre la liberación. México: Joaquín Mortiz
- Marcuse, H. (1955). Eros y civilización. Barcelona: Seix Barral.
- Marcuse, H. (1968). El final de la utopía. Barcelona: Ariel.
- Vivas, E. (1971). Contra Marcuse. Argentina: Paidós.
- Rusconi, E. (1969). Teoría Crítica de la sociedad. Barcelona: Martínez Roca.
- López C. F. (1989). La cultura del 68 Reich y Marcuse. México: UNAM.
- Entel, A. (2004). Acerca de la felicidad. Buenos Aires: Prometeo.
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