viernes, 18 de septiembre de 2015


Lo bello y lo sublime según Immanuel Kant

Ponencia Festival Cultural Universitario 2013

El siguiente ensayo tiene como intención analizar lo bello y lo sublime según las percepciones de Immanuel Kant. Observo que en este libro describe desde un punto de vista un poco substancial a dichas percepciones y lo estructura al mismo en cuatro grandes fragmentos, según qué sentimiento y sobre qué objeto recae dicho sentimiento:

1) Sobre los diferentes objetos del sentimiento: bello de lo sublime.

2) Sobre las propiedades de lo sublime y de lo bello en el hombre en general.

3) Sobre la diferencia entre lo sublime y lo bello en la relación recíproca de ambos sexos.

4) Sobre los caracteres nacionales en cuanto descansan en la diferente sensibilidad para lo sublime y de lo bello.

1) Sobre los diferentes objetos del sentimiento: bello de lo sublime

En este primer fragmento lo que predominan son las críticas acerca de las diferentes sensaciones para Kant. El autor deja bien claro antes de empezar con el tema plenamente, que lo que para uno es bello, para otros puede ser repugnante, y lo que para uno es noble, para otros puede ser esperpento. También aclara que hace todas las comparaciones desde un punto de vista del observador y no del filósofo. Según esto, lo bello y lo noble no pueden convivir dentro de un mismo concepto, es decir, o una cosa es noble o es bella. Lo que no puede ser es ambas cosas. Lo noble (sublime) para Kant conmueve, mientras que lo bello encanta. De esta manera, las altas encinas y las grandes sombras son sublimes, o nobles, mientras que las flores delicadas, como las rosas son bellas. En el caso humano, las personas altas, con semblante rígido son personas sublimes, nobles, mientras que las personas bajitas con carácter de mayor confianza son bellas. Los colores oscuros son nobles, mientras que lo colores claros dan una sensación de vida, de belleza, por lo que son bellos.

Lo sublime -expresa kant- tiene que ser grande, con pocos adornos, más bien tirando a austero, mientras que lo bello ha de ser pequeño, lleno de adornos y detalles. De este modo, una pirámide Egipcia es sublime porque es grande y tiene pocos adornos, mientras que lo bello correspondería más a la Basílica de San Pedro, que pese a ser grande y majestuosa, está llena de adornos, realizados con materiales como el otro. Por lo tanto es bello.

Un palacio residencial ha de ser sublime porque suele ser grande, mientras que un palacio de recreo es más acogedor, está más decorado, por lo que es bello. En cuanto al tiempo, un largo período pasado es noble, sublime, mientras que uno más corto tiene tendencia a lo bello.

2) Sobre las propiedades de lo sublime y de lo bello en el hombre en general

En este segundo fragmento, el autor sigue citando ejemplos de lo que es bello y sublime. Sin embargo, muchos términos se presentan como ambiguos. Para Kant el entendimiento es sublime, mientras que el ingenio es bello. La audacia es sublime y “enorme”, mientras que la astucia es pequeña, por lo tanto bella. La veracidad y la sinceridad son sencillas y nobles. Por otra parte, La gentileza es escasa, por lo tanto bella, mientras que diligencia en el servicio es noble (una cosa es ser gentil, por naturaleza, que es lo bello, y otra cosa es ser gentil porque vives de ello, que es lo noble).

En cuanto a las emociones, según sean bellas o sublimes, se pueden encontrar a dos tipos de personas. Los que buscan compañeros que sean fieles, amables y divertidos, en ellos predomina el sentimiento de lo bello. Por el contrario, las personas que buscan ambición y recompensa, tienen un marcado sentimiento hacia lo sublime. Cuando hay personas que buscan todo eso junto, las mismas tienen un carácter más hacia lo sublime que a lo bello. Pero no solo existen esos dos tipos de sentimientos. Hay un tercero, y dentro de los tres se pueden englobar percepciones como la locura y los esperpentos. El tercero es la extravagancia. La extravagancia tiene un especial toque de locura. Extravagante son los jóvenes, por lo tanto, algo de locura siempre existe en ellos. Kant opina que la extravagancia lleva al esperpento, y el esperpento hace a uno “chiflado”. De allí expresa: «... si es de mediana edad, entonces fanfarrón. Puesto que lo sublime es lo más necesario para la gente mayor, un viejo fanfarrón es la criatura más despreciable de la naturaleza, lo mismo que un joven chiflado es lo más chocante y lo más insoportable». Y además agrega «…las mortificaciones, votos y algunas otras virtudes monacales, son esperpentos. Huesos de santos son esperpentos.... los cuentos de hadas del frenesí francés, son los esperpentos más miserables que nunca se hayan imaginado». Como se puede evidenciar, lo expresado tiene que ver con la crítica que hace Kant al mundo en que vivimos.

Finalmente, Kant propone otra reflexión sobre el valor del honor (comprendiendo casi todos los valores). Dice que este valor está englobado dentro de lo bello. Sin embargo, matiza que la cuestión del honor es un poco relativa. Mientras que no todos los hombres poseen algún tipo de sentimiento bello, casi todos los hombres poseen este don. Alguien tiene respeto por algo, y hace lo que sea para honrarle, por lo tanto es bello.

3) Sobre la diferencia entre lo sublime y lo bello en relación recíproca de ambos sexos

En este tercer fragmento sigue con la ambigüedad en lo escrito, sin embargo hay varias cualidades bien expresadas y muy claras. La mujer para ser o parecer bella ha de ser refinada, debe de cuidar sus modales, debe de ser una señora ante cualquier ocasión. Una señora no puede hacer el mal, no por motivos religiosos, sino porque el mal es feo. La inteligencia ha de ser una inteligencia como la del hombre, y esa inteligencia ha de ser bella, no como la del hombre que es una inteligencia profunda.

Kant en esta instancia expresa los posibles grados de belleza en la mujer. Si una mujer tiene unas facciones de la cara que no son feas, entonces es una mujer bonita. Si esas facciones empiezan a ser mejoradas, se dice que la mujer es agradable. Pero si ese rostro es una cosa del otro mundo, entones tiene el tercer grado, el de encantadora. Pero no solo en el aspecto exterior está la belleza, ni mucho menos. Hay parte exterior y parte interior. La segunda suele ser menos conocida, pero en general hay varias características comunes a todas las mujeres. Una mujer que tiene el semblante frío, en la que su mirada conmueve en vez de seducir, es una mujer bella. Pero no bella en cuanto al grado de linda, agradable, encantadora... sino en un amplio sentido. Una mujer también tiene que seducir con su mirada, sin embargo, la que lo hace habitualmente, son las que suelen tener buen prestigio.

En cuanto al hombre, éste siempre ha de ser noble y sabio. También tiene que ser hombre de palabra, es decir, hombres con un claro afecto hacia el honor y la nobleza, sin dejar a un lado el conocimiento y las mujeres tienen que ser siempre educadas, coquetas, bellas, etc.

4) Sobre los caracteres nacionales en cuanto descansan en la diferente sensibilidad para lo sublime y de lo bello

En este cuarto y último fragmento habla sobre el sentimiento de lo bello según las nacionalidades. Aquí Kant deja en claro varias ideas según los países. Pone ejemplos de países como Francia o Italia en el que lo común esta caracterizado por el sentimiento hacia lo bello. Sin embargo, en Inglaterra, España o Alemania el sentimiento común es hacia lo sublime. El español es serio, callado y veraz. Hay pocos comerciantes en el mundo más nobles que los españoles. Tienen un alma orgullosa y más sentimiento para las acciones grandes que para las bellas. Puesto que en su idiosincrasia hay poco de benevolencia bondadosa y suave, muchas veces es duro, incluso hasta cruel. Tampoco es más altanero ni más mujeriego que otras personas de otros países diferentes.

El italiano parece que tiene un sentimiento mezclado de un español y de un francés. Tienen más sentimiento para lo bello que el primero y más sentimiento de lo sublime para el último.

En cuanto a los franceses, tienen un sentimiento preponderante para lo moralmente bello. Es atento, cortés y complaciente. Se hace muy pronto familiar, es bromista y libre en su trato. Hasta las sensaciones sobre lo sublime en él, que no son pocas, están subordinadas al sentimiento de lo bello y adquieren intensidad solamente por su concordancia con el último. Es ingenioso de muy bueno grado y sacrificará sin pensarlo algo de la verdad a un montón de gente.

El inglés es frío al principio de todo conocimiento y se muestra indiferente con un extraño. Es poco inclinado a los favores pequeños, en cambio, tan pronto como se hace amigo está dispuesto para prestar grandes servicios. Le preocupa muy poco ser ingenioso en el trato o mostrar una presencia cortes, pero sí es en cambio comprensivo y formal. Es un mal imitador, pregunta poco sobre qué les parece a los demás y sigue únicamente su propio gusto. Es constante en la tozudez, a veces, atrevido y decidido con frecuencia hasta la temeridad y obra comúnmente por principios hasta con obstinación. Se hace fácilmente estrafalario, no por vanidad, sino porque se preocupa muy poco de los demás. Por eso, rara vez no es tan querida como un francés.

Un alemán tiene un sentimiento mezclado con el del de un inglés y el de un francés. Muestra mayor complacencia en el trato que un inglés, pero menor modestia e inteligencia que la de un francés. Pregunta a los demás mucho más que los ingleses, sobre todo porque quiere quedar bien ante sus amigos. Le preocupa mucho el qué pensarán sobre mí si hago o digo tal cosa. El alemán se deja influir demasiado por las demás personas, de ahí que no tenga algunas cualidades como es la de impresionar.

El holandés es un carácter ordenado y diligente, y como sólo considera lo útil, tiene poca sensibilidad para lo que en un sentido más delicado es bello o sublime. Un grande hombre significa para él lo mismo que un hombre rico; por amigo entiende su corresponsal, y le resulta fastidiosa una visita que no le produce nada. Forma contraste, tanto con el francés como con el inglés, y es en cierto modo un alemán es más flemático.

Posteriormente Kant aplica el ensayo de estos pensamientos a otras cuestiones como por ejemplo, al sentimiento del honor y evidencia las siguientes diferencias nacionales. La sensibilidad para el honor es en el francés vanidad; en el español, arrogancia; en el inglés, orgullo; en el alemán, ostentación, y en el holandés, envanecimiento. A primera vista, estas expresiones parecen significar cosa parecida; pero hay entre ellas evidentes diferencias. La vanidad solicita el aplauso, es volandera y tornadiza; pero su conducta externa es cortés. El arrogante está penetrado de una pretendida superioridad, y no le preocupa el aplauso de los demás; sus maneras son rígidas y enfáticas. El orgullo sólo consiste propiamente en la profunda conciencia del valer propio, que puede ser a menudo muy justa (por eso se le llama también a veces un noble sentimiento; nunca, en cambio, se puede atribuir a nadie una noble arrogancia, porque ésta muestra siempre una falsa y exagerada estimación de sí propio); la conducta del orgulloso para con los demás es indiferente y fría. La ostentación es un orgullo que al mismo tiempo es vanidad. Pero el aplauso que busca el ostentoso consiste en distinciones honoríficas. Por eso gusta de brillar con títulos, listas de antepasados y pompas aparatosas. El alemán está principalmente sujeto a esta debilidad. Los términos Gnädig (vuestra gracia), Hochgnädig (vuestra muy graciosa merced) y Hoch-und Wohlgeboreu (ilustre), y otras ampulosidades parecidas, hacen rígido su lenguaje y estorban mucho la bella sencillez que otros pueblos pueden dar a su estilo. La conducta de un ostentoso en el trato se caracteriza por las ceremonias. El envanecido es un arrogante que expresa en su conducta claras señales de su desprecio hacia los otros. En sus manifestaciones es grosero. Esta miserable condición lo aparta todo lo posible del gusto delicado, porque resulta claramente un necio; no es, en verdad, un medio para satisfacer el sentimiento del honor el atraerse el odio y la burla por el manifiesto desprecio de todo lo circunstante.

La religión de nuestro continente – dice Kant- no es cuestión de un gusto caprichoso: su origen es más venerable. Por eso sólo las exageraciones y lo que es propio de los hombres pueden mostrar indicios de las diferentes cualidades nacionales. Reduce tales exageraciones a cuatro conceptos principales: credulidad, superstición, fanatismo e indiferentismo.

Recorriendo en una rápida ojeada las demás partes del mundo, encontramos -observa Kant- en los árabes los hombres más nobles del Oriente, aunque con una sensibilidad que degenera mucho en lo extravagante. Es hospitalario, generoso y veraz. Pero sus narraciones y su historia, y en general sus sentimientos, van siempre mezclados con algo maravilloso. Su imaginación calenturienta le hace ver las cosas en formas monstruosas y retorcidas, y hasta la difusión de su fe religiosa fue una gran aventura. Si los árabes son como los españoles del Oriente, son los persas los franceses de Asia: poetas, corteses y de gusto bastante fino. No se ajustan estrictamente al Islam, y conceden a su carácter dispuesto a la alegría una interpretación bastante suavizada del Corán. Los japoneses podrían ser considerados como los ingleses de esta parte del mundo, si bien sólo por la constancia que degenera hasta la terquedad más exagerada, por la bravura y por el desprecio de la muerte. Por lo demás, muestran pocas señales de un gusto delicado.

Los negros de África carecen por naturaleza de una sensibilidad que se eleva por encima de lo insignificante. El señor Hume desafía a que se le presente un ejemplo de que un negro haya mostrado talento, y afirma que entre los cientos de millares de negros transportados a tierras extrañas, y aunque muchos de ellos hayan obtenido la libertad, no se ha encontrado uno sólo que haya imaginado algo grande en el arte, en la ciencia o en cualquiera otra cualidad honorable, mientras entre los blancos se presenta frecuentemente el caso de los que por sus condiciones se levantan de un estado humilde y conquistan una reputación ventajosa. Tan esencial es la diferencia entre estas dos razas humanas; parece tan grande en las facultades espirituales como en el color.

Si arrojamos una ojeada sobre la historia, vemos el gusto de los hombres tomar, como un Proteo, formas siempre cambiantes. Los antiguos tiempos de los griegos y los romanos mostraron claras señales de una verdadera sensibilidad, tanto para lo bello como para lo sublime, en la poesía, la escultura, la arquitectura, la legislación y aun en las costumbres. El régimen de los emperadores romanos transformó tanto la sencillez bella como la noble en lo magnífico y después en el falso brillo, según podemos todavía verlo en los restos de su elocuencia, de su poesía y la historia misma de sus costumbres. Poco a poco se extinguió este residuo del buen gusto con la ruina completa del imperio. Los bárbaros, después de afirmar su poderío, introdujeron cierto falso gusto denominado gótico, que va a parar en lo monstruoso. No sólo en la arquitectura se veían monstruosidades, sino también en las ciencias y en los demás usos.

La sensibilidad viciada seducida por un arte equivocado, prefirió toda clase de formas absurdas a la antigua sencillez de la naturaleza, y cayó en lo exagerado o en lo insignificante. El más alto vuelo que tomo el genio humano para llegar a lo sublime consistía en extravagancias. Véanse extravagantes eclesiásticos y seglares, y a veces una monstruosa mezcla de ambos. Monjes, con el misal en una mano y la enseña militar en la otra, seguidos por ejércitos de víctimas engañadas para enterrar sus huesos bajo otros climas en una tierra sagrada; guerreros santificados por sus votos para cometer violencias e iniquidades, y después una especie singular de heroicos visionarios que se llamaban caballeros y perseguían aventuras, torneos, duelos y acciones románticas. Durante este tiempo, la religión, las ciencias y las costumbres fueron desfiguradas por miserables monstruosidades, y se observa que difícilmente degenera el gusto en un sentido sin que también muestre señales de corrupción todo lo correspondiente a la sensibilidad delicada. Los votos monásticos encerraron una gran parte de los hombres útiles en numerosas comunidades de ociosos atareados, a quienes su vida soñadora inspiraba innumerables monstruosidades escolásticas, que después salieron de sus claustros y se extendieron por el mundo.

Finalmente, después que el espíritu humano se alzó de nuevo en una especie de palingenesia de una destrucción casi completa, se observa en nuestros días florecer el verdadero gusto de lo bello y de lo noble, tanto en las artes y las ciencias como en las costumbres. Sólo es de desear que el falso brillo, tan fácilmente engañador, no nos aleje de un modo insensible de la noble sencillez y, sobre todo, que el secreto aún oculto de la educación consiga ser sustraído a los antiguos errores, para elevar temprano el sentimiento moral en el pecho de todo joven ciudadano a una sensibilidad activa, de suerte que toda la delicadeza espiritual no vaya a parar en el placer fugitivo y ocioso de juzgar con mejor o peor gusto lo que acontece fuera de nosotros.

A modo de cierre

Indudablemente esta obra es muy interesante, atrapante y clara por momentos y algo confusa en otros. Más que de estética, en el sentido estricto de la palabra, la misma abarca cuestiones de la moral, psicología, descripción de los caracteres individuales y nacionales; en suma, de toda suerte de temas interesantes que pueden ocurrirse alrededor del asunto principal: lo bello y lo sublime.

En este ensayo es donde Kant ataca por primera vez el problema estético, y aunque sus ideas fundamentales acerca del arte y la belleza se hallan sistemáticamente expuestas en su obra posterior, la «Crítica del Juicio», tienen, sin embargo, en las «Observaciones acerca del sentimiento de lo bello y lo sublime» cierto interés para el conocimiento de los orígenes de la estética kantiana. Pero sobre todo constituyen una serie de delicadas ocurrencias, de certeras observaciones y de agudas críticas.



Bibliografía

Kant, I (2008), Observaciones acerca del sentimiento de lo bello y lo sublime. Ed. Alianza, Madrid.

El surrealismo (Estética)


EL SURREALISMO

EL ARTE SURREALISTA



El arte surrealista se basa en imágenes e ideas que vienen de los pensamientos del subconsciente. Los aspectos racionales y lógicos del pensamiento son invalidados por el flujo espontáneo de impulsos creativos de la mente surrealista del creador. La fabricación del arte surrealista es por lo tanto en gran parte un proceso de la coincidencia.

Breton, el precursor del surrealismo lo define como “el puro automatismo psíquico, por medio del cual se intenta expresar, verbalmente o por escrito, o de cualquier otro modo, el proceso real del pensamiento. El dictado del pensamiento, libre de cualquier control de la razón, independientemente de preocupaciones morales o estéticas…”.



Surrealismo:
¿qué significa el término?

Palabra francesa cuyo significado se divide en “sur”- sobre, por encima y  réalismes”-realismo.

Significa abandonar toda preocupación estilística, accesar a la vida profunda del subconsciente, resaltar la labor del instinto que se desarrolla fuera de los límites de la razón.

El arte surrealista es inmediato, irreflexivo y está despojado de toda referencia a lo real.

Influencias del Surrealismo

Las influencias del surrealismo se originan a partir de cuatro perspectivas:

            1) el movimiento Dadá, movimiento que surge en respuesta a la negatividad de la guerra, a la oposición de los actos bélicos que están ocurriendo en toda Europa y como forma de independencia y libertad personal. Los dadaístas buscaban desvincular las cosas de su función tradicional, para darle un nuevo significado y una nueva dimensión. Una gran influencia que después pasó a ser surrealista es Max Ernst.

            2) el artista medieval conocido como el Bosco (pintor holandés, 1450-1516), quien satiriza el mundo de su época con un agudo sentido crítico, por medio de desenfrenadas visiones oníricas (perteneciente o relativo a los sueños), repletas de seres monstruosos.

    3) la tercera surge a partir de la pintura metafísica de Giorgio Chirico (pintor italiano, 1888-1978), cuyas obras se destacan por las imágenes que evocan ambientes sombríos y abrumadores.

4) las teorías Psicoanalíticas de Sigmund Freud, en las que el inconsciente del ser humano es el estado de la memoria más puro.

Freud

Sigmund Freud fue sin duda uno de las personas más influyentes dentro del desarrollo del pensamiento durante el siglo XX. Su teoría dice que nuestras mentes guardan recuerdos y emociones en nuestro subconsciente. Freud transformó la forma en la que los humanos estudiaban la mente humana.

Freud decía que a lo largo de la historia, hubo tres grandes humillaciones. El descubrimiento de Galileo que no somos el centro del Universo; el descubrimiento de Darwin que no somos la corona de la creación; y su propio descubrimiento que no controlamos nuestra propia mente.

La tendencia de terapias que utilizan la existencia de dificultades en la infancia o emociones reprimidas para explicar problemas emocionales actuales empieza con Freud.

Uno de los descubrimientos más importantes de Freud es que las emociones enterradas en la superficie subconsciente suben a la superficie consciente durante los sueños, y que recordar fragmentos de los sueños pueden ayudar a destapar las emociones y los recuerdos enterrados.

Freud decía que los sueños son una forma de realizar deseos y que muchos deseos son el resultado de deseos sexuales reprimidos o frustrados. En su opinión, la ansiedad que rodea dichos deseos hace que algunos sueños se conviertan en pesadillas.

Sigmund Freud fue sin duda uno de las personas más influyentes dentro del desarrollo del pensamiento durante el siglo XX. Su teoría dice que nuestras mentes guardan recuerdos y emociones en nuestro subconsciente. Freud transformó la forma en la que los humanos estudiaban la mente humana.

Freud decía que a lo largo de la historia, hubo tres grandes humillaciones. El descubrimiento de Galileo que no somos el centro del Universo; el descubrimiento de Darwin que no somos la corona de la creación; y su propio descubrimiento que no controlamos nuestra propia mente.

La tendencia de terapias que utilizan la existencia de dificultades en la infancia o emociones reprimidas para explicar problemas emocionales actuales empieza con Freud.

Uno de los descubrimientos más importantes de Freud es que las emociones enterradas en la superficie subconsciente suben a la superficie consciente durante los sueños, y que recordar fragmentos de los sueños pueden ayudar a destapar las emociones y los recuerdos enterrados.

Freud decía que los sueños son una forma de realizar deseos y que muchos deseos son el resultado de deseos sexuales reprimidos o frustrados. En su opinión, la ansiedad que rodea dichos deseos hace que algunos sueños se conviertan en pesadillas.

Historia y desarrollo del Surrealismo

Este movimiento surge después de la Primera Guerra Mundial, en Francia, específicamente en el año 1924, con la publicación del Primer Manifiesto Surrealista de André Breton.  El término fue inventado por Apollinaire (escritor francés,  en 1917 y se popularizó en la revista Littérature”, fundada en 1919 por André Breton, Louis Aragon, Philippe Soupault y Paul Eluard, todos escritores que buscaban encontrar las respuestas a sus interrogantes y así poder entender desde una perspectiva diferente las razones que propiciaron el que en aquellos tiempos la humanidad tuviera que vivir bajo el caos imperante y la crueldad de la guerra.

Este movimiento es conocido como el movimiento de lo irracional y lo inconsciente; en la publicación del Primer Manifiesto Surrealista, Breton manifiesta que el surrealismo es la instauración de una nueva tendencia que buscaba sobrepasar la realidad y llegar a una renovación de todos los valores culturales, morales y científicos por medio del inconsciente.

Es por esto que el ideal del surrealismo se basa en las teorías de Sigmund Freud, quien había descubierto el inconsciente, la región de la mente del ser humano que no se puede controlar con la razón. Esa región que es mucho más importante y poderosa que la razón, según Freud, es de donde nacen los deseos más profundos, los sueños (cuando se duerme o cuando surge la imaginación) y la vida sexual. Según estas teorías psicoanalíticas, el ser humano reprime el inconsciente porque en el están los deseos que no son aceptados socialmente.

Basado en los planteamientos de Freud, Breton concluye que el inconsciente es lo que realmente está en contacto con el mundo real y que la razón sirve solo para despersonalizar a las personas. Finalmente, basado en estos planteamientos y en la situación de conflictos bélicos que están ocurriendo en Europa (Primera Guerra Mundial), André Breton decide iniciar un nuevo movimiento y de ahí surge el surrealismo. Es la búsqueda de hacer un mundo más humanitario, y como el poder de la razón es lo que lleva al caos y a la crueldad, Breton decide que la mejor manera de hacer un cambio radical en la sociedad es provocando que todas las personas dejen de guiarse por la razón y comiencen a actuar según les dicte su inconsciente.

Principal Técnica Artística del Surrealismo

La técnica básica empleada por el surrealismo es el automatismo, definido como una actividad que escapa al control voluntario y se realiza independientemente de uno mismo. Para los surrealistas es la mejor manera en la que se pueden rescatar el contenido mental que se esconde en el inconsciente. La técnica consiste en permitir que la mano del artista actúe libremente, plasmando en papel o en lienzo lo que su mente inconscientemente le dicta. Bajo esta técnica surgen  visiones premonitorias, seres fantásticos, paisajes sobrenaturales y elementos de índole religiosa y “magica”, que van montando de cierta manera la obra. Para los surrealistas, todas las visiones son parte del ser humano,  son aspectos reales que surgen del interior del individuo.

Movimientos dentro del Surrealismo

El arte surrealista comienza como una corriente literaria, pero pronto se vuelca hacia todo el mundo artístico, de manera que es acogido en la pintura y la cinematografía.

Características del Surrealismo Literario:

  • La principal técnica empleada para la escritura es la escritura automática, la cual consiste en situar un lápiz sobre papel y comenzar a escribir, dejando fluir los pensamientos del inconsciente.
  •  Para promover la salud mental psicoanalítica, se recurre a la crueldad y al humor negro con el fin de destruir todo matiz sentimentalista y racional.
  • A pesar de ser constructivo, no le interesa ni los aspectos de la conducta moral humana ni las manifestaciones, porque busca profundizar en lo irracional de la vida.
    Principales Exponentes:


    Andre Breton, (1896-1966),
    Con el surgimiento del Surrealismo, André Breton se rodea de un selecto grupo que apoyaba sus ideales, todos deseosos de llegar a poder cambiar el curso de la vida. Este selecto grupo junto a su fundador, promueven el surrealismo y lo llevan a otros niveles en el campo artístico. De ese deseo de cambiar la vida surge el surrealismo como corriente artística  que se basa en la creencia de una realidad superior de ciertas formas de asociación que se encuentran en el inconsciente del pensamiento humano.
    En este manifiesto Breton asienta las bases del automatismo psíquico como medio de expresión artística que surge sin la intervención del intelecto. Breton era conocido por su afinidad al automatismo y promovió el uso del ayuno, el insomnio y las drogas psicoactivas, para inducir estados de alucinación, que llevasen a crear arte que revelara el subconsciente.


  • Philippe Soupault, (1897-1990),
  • Paul Eluard, (1895-1952),
  • Louis Aragon, (1897-1982)
    Surrealismo Cinematográfico
    El surrealismo cinematográfico surge a finales de los años 20, con el español Luis Buñuel en conjunto con Salvador Dalí, de forma experimental. Su primera película fue “Un Chien Andalou” (Un Perro Andaluz), escrita y dirigida por ambos en el año 1929, esta película a pesar de su corto tiempo de duración (aproximadamente 17 minutos), fue tan impactante que tuvo una abrumadora acogida entre los surrealistas y cinéfilos. Y luego, ya en el periodo sonoro, se filma “L'âge d'or” (La Edad de Oro), también dirigida y escrita por Luis Buñuel. La cinematografía al igual que las demás corrientes artísticas surrealistas, se destaca por el método surrealista en que se concibe, en la cinematografía la técnica empleada es la “asociación libre” (método psicoanalítico que fue empleado por Sigmund Freud, que consiste en que se exprese, todo lo que se viene a la mente sin ninguna discriminación).
    Luis Buñuel vino de una familia burguesa y muy religiosa, estudió y vivió la disciplina de la religión, pero se podría argumentar que parte de su trabajo tiene como meta, entre otros objetivos, cambiar a la sociedad en la que vivimos, que se basa en la religión, la familia y el orden establecido, y que impone una moral y un comportamiento social de la que ni siquiera la burguesía que sustenta el poder es libre.
    Surrealismo en la Pintura
    El surrealismo en la pintura se inicia en los años 20 en España. Se caracteriza principalmente por la exaltación de los procesos oníricos y el erotismo por medio del inconsciente. Su ideal era sobrepasar la realidad y llegar a una renovación de todos los valores culturales, morales y científicos por medio del automatismo (principal método y técnica utilizada por los artistas surrealistas, que consiste en dejar salir los pensamientos que surgen del inconsciente, sin ningún control de la razón, la estética o la moral). La primera exposición surrealista se celebró en Paris en el año 1925. Dentro del surrealismo los artistas se dividen en dos grupos: pintores abstractos y pintores figurativos. Los pintores abstractos son aquellos que crean sus propios universos icnográficos tomando como punto de partida el subconsciente; por otro lado, los pintores figurativos se basaban en la asociación extraña e inusual de imágenes.
    Características de la pintura surrealista:

  • Animación de lo inanimado.
  •  Metamorfosis.
  •  Aislamiento de fragmentos anatómicos.
  •  Máquinas fantásticas.
  •  Elementos incongruentes (conjunción de imágenes dispares, reales o irreales, tanto en tiempo como en espacio).
  • Perspectivas vacías.
  •  Evocación del caos.
  • Representación de toda clase de simbologías, especialmente de carácter erótico y sexual.
  •  Autómatas.
  •  Interpretación de la realidad desde el sueño, el inconsciente y la irracionalidad.
  • Relaciones humanísticas entre desnudos y maquinaria.
  • Invención de nuevos métodos y técnicas.
  • Creación de imágenes equivocas de manera que una misma cosa puede ser interpretada de varias maneras.


    Pintores Abstractos
    Principales Exponentes:

  • Joan Miró, (1893-1983)
    Miró declaró haber creado uno de sus trabajos más famosos, El Carnaval del Arlequín, bajo alucinaciones debidas a la falta de comida y bebida. Su obra anterior a 1920 muestra una amplia gama de influencias, entre las que se cuentan los brillantes colores de los fauvistas, las formas fragmentadas del cubismo y las bidimensionales de los frescos románicos catalanes. Miró arranca de la memoria, de la fantasía y de lo irracional para crear obras que son transposiciones visuales de la poesía surrealista.

  • André Masson,(1896-1987
  • Max Ernst, (1891-1976)
  • Ives Tanguy, (1900-1955)
    Pintores Figurativos
    Máximos Exponentes:

  • Salvador Dalí, (1904-1989),
    Su obra es una representación de imágenes oníricas y objetos cotidianos en formas sorprendentes, como los relojes blandos de su obra “La persistencia de la memoria”. La técnica artística de Dalí se caracteriza por un dibujo meticuloso, una minuciosidad casi fotográfica en el tratamiento de los detalles, con un colorido muy brillante y luminoso. Aunque, finalmente sus últimas obras, a menudo de contenido religioso, se realizan en un estilo más clásico. Además de la pintura Dalí realizó varias películas surrealistas en colaboración con Buñuel como El perro andaluz (1928) y La edad de oro (1930), libros ilustrados, diseños de joyería así como escenografías y vestuarios teatrales.

  • René Magritte, (1898-1967)
  • Paul Delvaux, (1897-1994)
  • Oscar Domínguez, (1906-1957)





    BIBLIOGRAFIA





El ser no es un predicado real. Kant (Ontología)


El ser no es un predicado real. Kant

            La idea central de la crítica de Kant al argumento ontológico consiste en sostener que el ser no es un predicado real, es decir, una determinación capaz de ser añadida al concepto de un ente, en este caso, al del ente absolutamente perfecto. El concepto de un ser perfectísimo o realísimo es un contenido subjetivo que está como tal completamente determinado. Por esta razón, para poder saber si ese contenido existe también en la realidad resulta indispensable que el sujeto lo intuya. La ausencia de semejante intuición es para Kant el escollo insalvable contra el que chocan y deben chocar una y otra vez los diferentes ensayos para probar la existencia de Dios. Aunque en principio coincide con la tesis Kantiana de que no debe concebirse el ser como un predicado real, Hegel considera, no obstante, que entender la existencia como la posición del concepto ya exhaustivamente determinado no implica una verdadera superación de la particular noción de ser que está a la base del argumento ontológico.

            Sobre dicha noción se constituyen para Hegel a su vez una concepción de la realidad y una concepción de lo absoluto, una ontología y una teología, que le son correlativas. El presente ensayo tengo por objeto presentar a mí entender que es lo que Kant realiza en su crítica, partiendo de la premisa de que, “el ser no es un predicado real”.

            El argumento ontológico para probar la existencia de Dios, tal como fuera formulado por una extensa lista de pensadores medievales y modernos, sostiene, que la existencia debe pertenecerle a la esencia del Ser más perfecto, a aquel contenido mayor que el cual nada puede pensarse, ya que si no le perteneciera podría entonces pensarse un contenido todavía más perfecto, a saber: aquel que si lo hiciera. Solo este contenido sería, en rigor, el mayor de todos los que la inteligencia humana puede pensar, sólo este concepto sería el del Ser Supremo. En el libro de ontología de Belá Weissmahr nos menciona acerca de la primera intuición de la metafísica que es la de: “Todo es ente; ser es aquello que conviene a todas las cosas; en el ser todo coincide y concuerda… y más delante nos dice; no hay nada que no pertenezca al ser; no puede darse nada que no esté relacionado entre sí en el ser”[1].

            La crítica de Kant al argumento ontológico, implica un embate novedoso y original contra el núcleo mismo de la metafísica que lo hace posible. Más precisamente; la crítica kantiana al argumento ontológico es en su sentido más profundo una crítica de la noción de ser que ha fundado la ontoteologia occidental, remitiéndonos a la concepción cartesiana que hace en su argumento ontológico. Al predeterminar su comprensión de las cosas de Universo como contingentes y al articular y legitimar desde esa lectura su argumentación a favor de la existencia de un Ser Supremo que habría creado a éste y lo conservaría constantemente en la existencia.

            Heidegger en su obra “La tesis de Kant sobre el ser”, nos dice que:

“Lo nombramos con la palabra “ser”. Este nombre nombra aquello que mentamos cuando decimos “es”, y “ha sido”, y “está por llegar”. Todo lo que nos alcanza y lo que nosotros alcanzamos, atraviesa por ese “es”, expreso o tácito. Nunca y de ningún modo podemos escapar al hecho de que ocurra así. El “es” sigue siendo conocido, para nosotros, en todas sus transformaciones patentes y ocultas. Y sin embargo, en cuanto suena a nuestros oídos esta palabra “ser”, aseguramos que nada se puede representar bajo ella, que nada se puede pensar con ella”[2].

            Kant ha dado un paso de gran alcance en la localización del ser. Por otra parte, este paso de Kant, resulta de una fidelidad de la tradición, es decir, en discusión al mismo tiempo con ella, por lo que ésta alcanza nueva luz. Las dos razones de la referencia de la tesis sobre el ser, nos sirven de estímulo para la meditación. Las tesis de Kant sobre el ser, según se formula en su obra capital, la Crítica de la razón pura, dice:

            “Ser no es evidente un predicado real, es decir un concepto de algo que puede añadirse al concepto de una cosa. Es sencillamente la posición de una cosa o de ciertas determinaciones.

            Las palabras ser o ente no aparecen en el lenguaje de todos los días; pertenecen al vocabulario de la filosofía, son términos científicos. Como segundo paso de nuestra investigación sobre la problemática unidad-pluralidad vamos a estudiar a continuación algunas de las propiedades de la palabra ente, que se prestan a confusión desde el punto de vista lógico.

            La tesis de Kant sobre el ser nos parece abstracta, insuficiente y pálida. Se ha exigido, entre tanto, de la filosofía que no se contente ya con interpretar el mundo y se entretenga en especulaciones abstractas, sino que llegue a transformar prácticamente el mundo. Pero la transformación del mundo pensada de ese modo, reclama ante todo que se transforme al pensar, como hay también ya, detrás de la mencionada exigencia, una transformación del pensar.

            La tesis de Kant choca como abstracta e insuficiente. Sólo cuando se omite reflexionar en lo que Kant dice para explicarla, y cómo lo dice. Debemos seguir el camino de su explicación. Debemos visualizar el ámbito por el que corre el camino. Debemos pensar en el lugar al que pertenece lo que Kant explica y localiza bajo el nombre de “ser”[3].

            La crítica de Kant a este patrón de argumentación radica precisamente en negar que el ser o la existencia sea en cuanto tal un predicado real que perfeccione o determine ulteriormente el concepto de una cosa, es decir, que sea algún tipo de determinación capaz de ser incluida o excluida de dicho concepto. En el caso específico del concepto de ente necesario, el cual debería contener en sí la existencia, o bien en el concepto de ente realísimo, el cual contendría todas las determinaciones posibles, esto significa concretamente que la existencia no debería, en el primer caso, serle atribuida a ese concepto como un predicado que pudiera convenirle bajo la modalidad de la necesidad, y, en el segundo, que no debería serle atribuida como un predicado real que pudiera añadir una determinación más a las que le hubieran sido ya atribuidas.

            Recordando que pasa Kant el juicio de Dios es todopoderoso, es para él un juicio analítico, que no aporta nada al conocimiento, puesto que no genera nada nuevo. Kant a diferencia de Descartes, este mismo juicio va a decir, que este es un juicio sintético.

            “Ser no es evidentemente un predicado real, es decir un concepto de algo que pueda añadirse al concepto de una cosa. Es sencillamente la posición de una cosa o de ciertas determinaciones en sí”[4]

            Siguiendo a Heidegger, en su análisis que hace de Kant sobre esta cita, dice el que la tesis de Kant, contiene dos enunciados. “El primero es negativo, niega al ser el carácter de una predicado real. Pero de ningún modo el carácter de un predicado general. Conforme con ello, el siguiente enunciado afirmativo de la tesis caracteriza al ser como -sencillamente la posición-”[5]

            Toda la crítica que Kant realiza del cogito cartesiano se basa en la imposibilidad de sostener la absoluta potencia de lo uno del sujeto trascendental para un conocimiento, para la determinación de un punto de lo real. La apercepción originaria es una forma exclusivamente lógica, una necesidad vacía.

            “Heidegger reprocha a Kant que renuncie a proseguir su avance en la exploración de esa <<raíz desconocida>> de la esencia del hombre y que, por el contrario, haya reducido nuevamente la imaginación a una simple operación del entendimiento. Kant, dice, percibió lo desconocido y se vio obligado a retroceder”[6]

            Lo que un juicio sobre la relación entre la existencia y un ente necesario o realísimo podría, según Kant, afirmar es, a lo sumo, que si existiera un ser semejante entonces existiera necesariamente. La necesidad lógica implica solo que si se afirma el sujeto debe ser afirmado también el predicado, pero de ningún modo afirma al sujeto mismo, es decir, más claramente, no implica que ese sujeto exista. No hay para Kant, pues, contradicción alguna en negar como sujeto de un juicio al ente necesario o realísimo con todos sus predicados.

Así, aun suponiendo que la existencia pudiera ser el contenido de un predicado atribuible de un modo u otro sujeto, el carácter necesario con que en tal caso le sería atribuida implicaría ya al sujeto mismo. La afirmación o negación de ese sujeto es en esta exacta medida completamente independiente de la eventual modalidad con la que pueda serle atribuido un predicado. El juicio que funciona como conclusión del argumento ontológico no puede afirmar pues, la existencia de un sujeto. Para Kant, la existencia éste sólo resultaría posible, como una síntesis a posteriori fundada en una intuición.

           



























BIBLIOGRAFIA

  • Martin Heidegger, ¿Qué es metafísica? Y otros ensayos, Fausto, Buenos Aires, 1992

  • Béla Weissmahr, Ontología, Herder, Barcelona, 1986.

  • Nicolai Hartman, Ontología, FCE, México, 1956.

  • Alain Badiou, Breve tratado de ontología transitoria, Gedisa, Barcelona, 2002.

  • Johannes Hirschberger, Historia de la filosofía II, Herder, Barcelona, 1966.  





[1] Belá Weissmahr, Ontología, Herder, Barcelona, 1986. p. 82.
[2] Martin Heidegger, ¿Qué es metafísica? Y otros ensayos, Fausto, Buenos Aires, 1992 p. 133.
[3] Martin Heidegger, ¿Qué es metafísica? Y otros ensayos, Fausto, Buenos Aires, 1992 p. 135.
[4] Immanuel Kant, Crítica de la razón pura, Porrúa, México. p. 165.
[5] Martin Heidegger, ¿Qué es metafísica? Y otros ensayos, Fausto, Buenos Aires, 1992 p. 138.
[6] Alain Badiou, “Breve tratado de ontología transitoria”, Gedisa, Barcelona, 2002, p. 137.